Había escuchado sobre el Club Eve en mi época universitaria, pero no lo conocía. Investigando, descubrí que el año pasado cumplió 45 años, que es un clásico destino para bailar que une a varias generaciones por su antigua data y que también tiene un restaurante llamado Occulto Resto.
Con mi amiga Pilar, planeamos conocerlo un día viernes, después de un partido de Chile y por el caos de la ciudad llegamos un poco tarde, cerca de medianoche. Pero la cocina seguía abierta. No se cierra hasta las dos de la mañana los viernes y los sábados, lo que nos puso muy contentas.
Atravesamos la entrada y ya estábamos en el restaurante. Su decoración estaba en sintonía con el resto de la discoteque: elementos más bien minimalistas se combinaban con otros que, aunque también modernos, nos recordaban otras épocas. Al centro del lugar había un espacio abierto que permitía mirar desde las alturas las bolas de disco que coronaban la pista subterránea y a sus bailarines. En las mesas que lo rodeaban, parejas y grupos de amigos principalmente adultos, gente más grande que la que uno acostumbra ver en una discoteca regular.
Y después de pasar un rato allí se hizo evidente que el concepto restó-dance funciona muy bien para este tipo de público, que comienza a llegar a partir de las 9, cuando la música todavía no está tan fuerte ni el lugar tan oscuro. Mientras nosotros ordenábamos, los comensales que ya habían terminado su cena y disfrutaban de unos tragos, corrieron las sillas y se pusieron a bailar ahí.
Abrimos los fuegos con un Mojito Frambuesa y un clásico Pisco Sour y a Pili le encantó. Era equilibrado y fresco y podíamos sentir las cepas del limón, no tan dulce ni denso. Después, probamos los “Montaditos de Centolla”, que vienen con laminas de paltas, aderezo alioli y un pincho de camarón ecuatoriano. Y mientras degustábamos, escuchabamos la más increíble mezcla de canciones que nos hizo viajar en el tiempo. Saltábamos de “Atrévete a amar”, canción inicial de la teleserie “Adrenalina” de 1996 a “Everybody”, de los Backstreet Boys, pasando por Roxette pero también por éxitos del momento como “Ella no está enamora’ de mi”. Nos mantuvimos en las sillas sólo por la promesa del exquisito plato de fondo que el chef Víctor Lucero nos había sugerido.
“Cariño Malo 2.0”. Así se llama. Lleva filete de vacuno, pollo, camarones ecuatorianos, lomo de cerdo, chorizo español, ostiones y champiñones al pilpil, todo salteado y acompañados de papas soufflé y salsas de la casa. Súper contundente, alcanza para dos y hasta para tres personas y los sabores, pese a ser de mar y tierra, combinaban muy bien. Esos atributos lo transforman en la estrella de la carta, que el chef describe como “sencilla pero hecha con ganas”.
Para nosotros, su principal característica es que está llena de sabores y de combinaciones que son de gusto muy general, como bien chileno. Por ejemplo, el sandwich “Pecado sin culpa”, que viene en pan pita y tiene salmón ahumado, queso crema, palta y lechuga hidropónica. Una carta segura para quienes prefieren algo más liviano y que mi comensala, fanática de ese pescado, disfrutó de principio a fin.
Mi religión no me permite terminar una cena sin postre así que para cerrar, probamos la “Crème Brûlée”, pero también tenían otras preparaciones como “Suspiro Limeño” y helados artesanales “Timauken”. Lo pasamos muy bien comiendo al ritmo de la música y por supuesto, no nos fuimos sin dar un par de pasos en la pista, lo que se transforma en el principal atractivo del lugar.
En Occulto también hay menú ejecutivo y se puede arrendar para eventos. La diversidad de alternativas lo hacen versátil, apto para cualquier ocasión. Sea lo que sea que estés celebrando, vale la pena visitarlo.
Occulto Resto. En Club Eve, Av. Vitacura 5480, Vitacura, Santiago.
Web: http://www.clubeve.cl/web/
Facebook:https://www.facebook.com/pages/Club-Eve/133867413352129?fref=ts
Twitter:https://twitter.com/clubeve
Constanza flores.
Periodista, colaboradora de Chile Gastronomía